viernes, 2 de diciembre de 2011

Son unas jodidas

Anoche tuve miedo. Miedo de que mi casa volara por los aires por Buenos Aires. En el cuasi segundo piso donde vivo, todo se dimensiona; si llueve, arriba parece que diluviase, si hace calor, sentís que estás en la mismísima hoguera, si hace frío, en la Antártida. Y cuando hay viento, un poco más del normal, las ventanas se sacuden feo. Bailan como locas el ritmo que ellas quieren, hacen ruidos, pero no ruidos comunes, hacen un buuuuuuuuuuuuuuuu capáz de asustar a una mujer adulta, que no le teme a nada.
No es joda, para mí que ese concierto desafinado, desafiante y escalofriante, está empecinado en quitarme el sueño. Intento abstraerme, elevarme, poner la mente en blanco, pero mi objetivo de dormir se posterga, hasta que cesa el estruendo, hasta que termina el diálogo entre el ventanal del comedor y las ventanas de la cocina; entre las de mi habitación y la de los nenes; me propuse que mi desvelo no sea en vano y en un intento desquiciado, logré captar algunas frases sueltas que transcribo a continuación: “esto está buenísimo” “mañana va a estar cagada de sueño” “juaaaaaaaaaaa” “sisiis, sigamos haciendo ruido así se despiertan Lara y Matías y ahí la quiero ver”.
Entonces, con el tono más imperativo que pude impostar con siglos de cansancio encima, les dije: Déjense de joder, las descubrí! bajé y no es tan fuerte el viento, ustedes, manga de exageradas, aprovechan cualquier brisa para desvelarme… en eso se hizo un silencio, que me valió un soplo en el puño y un frote por el pecho, me felicité, qué genia soy. No alcancé a terminar con el gesto del triunfo, que comenzaron a reírse de nuevo.
Ma´si! mejor sigo viendo Pura Química y espero a que llegue la “pregunta ética” que me encanta.
Fer (y voló/voló)

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