lunes, 28 de septiembre de 2009

...Pero tu pelo/es un desastre universal


Después de casi cuatro años de casada, he comprado por primera vez un peine.
Hasta ahora, todos los que hemos usado, provenían de hoteles, del Sanatorio donde nació mi hija, e incluso de lugares desconocidos. Simplemente aparecían en casa.
Pero un día, nada por aquí, nada por allá. Se esfumaron, hartos del calor de la planchita, del agua fría, de ser dejados a la deriva, jamás en un lugar fijo, y casi siempre inhóspito, como suele ser el espacio que queda entre la grifería y el lavatorio.
Mi amor, viste el peine? No, ni idea buscalo por ahí (lugar indefinido si los hay). Y he ahí el detonante.
Mi marido, quien rara vez encuentra algo, había usado el peine del perro, que es de acero inoxidable, hermoso, mucho mejor que todos los que teníamos. Tanto, que un día encontré a mis hermanas alisándose el pelo admirando la calidad del dentado. Ese peine es de Mollo!!!!!! Atiné a decir horrorizada. Pero ellas ni se inmutaron, sólo se rieron de pensar lo que habían pensado, antes de saber que no era apto para humanos.
Pero lo de mi marido fue un asombro. Él sabía perfectamente que ese peine no le pertenecía, pero la urgencia de domar el nido de caranchos prevaleció por sobre todo lo demás.
Ahora el nuevo peine, negro, mediano, ni fu ni fa, está solito en el botiquín.
Uno, dos, tres… punto y coma, el que no se escondió se embroma. Pica el blanco, atrás del sillón!

Fer

lunes, 21 de septiembre de 2009

Clap Clap Clap


Fui con miedo de que no supere mis expectativas, como cada vez que miro una película recomendada hasta el hartazgo.
Fui contenta porque hace más de un año que no iba al cine.
Fui culposa por haber dejado a mi hija con mi mejor amigo, sin siquiera saludarla para no avispar la perdiz.
Fui sin saber el argumento, y volví encantada.
Casi casi, nos quedamos sin develar el secreto de sus ojos, porque la proyección comenzó truncada por un inconveniente técnico, que gracias a Alá se solucionó dentro de los cinco minutos.
Me emocioné sin lágrimas, me reí sin carcajadas. Me conmoví sin gestos. Como si las sensaciones llegaran a lo más profundo, y quedaran atrapadas, sin ninguna chance de exteriorizarse.
Si fuese crítica de cine, y la medición fuese de una a diez estrellitas, esta película obtendría el puntaje máximo; no sólo porque conjugaron a la perfección trama, actuaciones y música, sino porque el efecto de esa conjugación me dejó con la grata sensación de que todos los malabares que hice para estar ahí, habían valido la pena.

Fer (tengo los dedos super sensitivos, tengo los ojos de Darín)

lunes, 14 de septiembre de 2009

La re piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


Mi hija Lara está comenzando a hablar. Eso no sólo marca otra etapa en su vida – y en la nuestra- sino que además me da aviso de que está dejando de ser una bebé rechoncha y comestible para convertirse en una nena.
El otro día escuché a mi marido decir “lo único que le queda de bebé son los cachetes” y si bien es una bendición verla crecer, todo pasa tan rápido que cuesta adaptarse a los cambios.
Lo cierto es que Larita se ha convertido en una verdadera políglota. Algunas cosas las dice en un idioma incomprensible, dónde sólo hace falta el instinto materno para decodificarlo (aunque no siempre funciona) y otras en un español impecable. Hasta ahí todo lindo. Novedoso. Simpático.
El problemita surgió cuando se transformó en un reproductor de sonidos mejor que un mp20. Ahora tenemos que cuidarnos de decir malas palabras y es todo un desafío. Porque hay malas palabras irremplazables. Que tienen su fuerza propia. Que calzan perfecto en determinadas situaciones. Y yo soy de putear mucho. En el top ten está: la reconcha de lora, con la ch bien marcada. Esa es mi favorita. Pero ahora tengo que cambiarla por un “uhh qué lío” “qué tonta” “qué loco”. Porque Lara es una experta en el arte de la repetición; comienza confusa, pero al cabo de dos o tres intentos, lo dice perfecto. Y no puedo permitirme ese desliz, aunque tan gracioso suene.
Lograr ese objetivo, es más difícil que tener una fuente llena de arroz con leche enfrente y no comerlo. Bueno, no sé si tanto, pero es complicado. Trataré de encerrarme en el baño, de poner música de fondo, de bajar el tono de voz. O decirlo en geringoso: lapa repecoponchapa depe lapa loporapa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Fer (censurada)

jueves, 10 de septiembre de 2009

...Y es todo tan fugaz que es una curda nada más, mi confesión


Aclaro antes de que una horda de hombres “expertos” vengan a buscarme: NO SÉ NADA DE FÚTBOL.
Pero lo que ví ayer y el sábado fue desastroso.
El seleccionado argentino no era uno de los mejores del mundo? La celeste y blanca no hacía retroceder a los rivales, muertos de miedo aún antes de comenzar el juego?.
No podemos quedarnos fuera del Mundial… esteeee, sí, obviamente que podemos quedar afuera. Pero sería horrible. Espantoso. El colmo del Tango llorón, el súmun de la frase “los argentinos nacimos para sufrir”.
Pero están desorganizados, sin un plan, todos corriendo al tun tun, pateando la pelota viendo qué onda. Y no son amateurs. Son profesionales del fútbol que ganan millones de euros para hacer lo único que tienen que hacer: jugar, en el más amplio y estricto sentido de la palabra, al fútbol.
Con esto no quiero decir que cada jugada de Messi, por dar un ejemplo, tenga que terminar en gol, pero al menos deberían demostrar que son un equipo y que la suma de sus individualidades los transforma en tal. Pero no, pareciera que todos hablaran un idioma distinto, y la comunicación se dificulta así.
Maradona, qué decir. Dios le dio el don de ser un gran jugador. Lo demás está a la vista, con sólo escuchar que tiene que “hablar con sus hijas” el tema de la derrota ante Brasil.
Muchachos, pongan huevo, que tenemo´que ganar.

Fer (gol! Ah, qué? Ese no era nuestro arco? Uhh, qué cagada)

lunes, 7 de septiembre de 2009

Un tropezón sí es caída


Estábamos en quinto año, de viaje de egresados, en nuestro primer día de esquí en el Cerro Catedral.
Nos habían dividido en grupos con un instructor cada uno; la enseñanza era básica, imagínense… cómo frenar, andar un metro sin caernos, el abc de un aprendiz. Y ahí estaba yo, muriendo y resucitando en cada intento por lograrlo.
Sin pudores digo que soy pésima para los deportes, no se hacer la vertical y mucho menos la medialuna; de casualidad se andar en bici y nadar.
Pero esquiar en ese clima de egresados descontrolados, estaba entusiasmándome. Ya casi había adquirido la técnica cuando sucedió la tragedia.
Vislumbré a lo lejos una figura humana bajando en picada libre hacia mí.
No me dio el tiempo para hacerme a un lado, porque sus esquíes frenaron directamente con mi cabeza. Y todo lo que sigue, es lo que me contaron.
Me trasladaron en una moto de nieve, desmayada, bajé en andas los tres niveles en una aerosilla-camilla y me llevaron a la salita de primeros auxilios que había al pie del Cerro.
Me desperté justo cuando me ponían un cuello ortopédico patético, que hacía juego con el traje de oso que tenía puesto.
Al rato largo, vino el “coordinador”, disfrazado de preocupado, cuando en realidad estaba rojo de bronca por haber perdido su tarde de esquí.
Aburrida y dolorida, me pasé la tarde sentada, esperando a mis compañeras. Cuando regresaron, el reflejo de la nieve con el sol, había hecho un efecto impresionante en ellas. Todas estaban divinamente bronceadas y yo…bueno, yo verde/amarillenta (y con cuello ortopédico).
Cuando llegamos al hotel, llamé por teléfono a mi mamá, quien poco más, convoca a una junta médica para que me realicen tomografías computadas de cerebro para cerciorarse de que no haya quedado alguna lesión.
Eso no pudo comprobarse hasta años más tarde, cuando comencé a escribir estas Crónicas.

Fer (semi inconsciente)