martes, 18 de septiembre de 2012

Sacadito

El tipo se sacó, se sacó mal, a los gritos, agitando las manos como ahuyentando moscas, rojo de bronca y con las venas haciéndole relieve en la cara. Les dije, se sacó mal. Y esta vez mal no es bien, como hablan ahora los chicos, esta vez mal es mal, literalmente mal.

A alguien iba a tocarle ser el destinatario de esa ira contenida y por un lado, lamenté haber sido yo, pero por otro, lo agradecí porque de otra manera todo esto no existiría.
Ahora, que ya pasó el huracán, que mis pulsaciones se normalizaron y mi vida no está más en riesgo; ahora que puedo analizar lo sucedido, llego a la conclusión de que el tipo tuvo razón en sacarse.

Yo, arbitrariamente, imagino que hace poco menos de veinte años que debe haberse comprado ese puesto de diario, con el dinero que recibió de la indemnización luego de otros veinte años de trabajo en un banco, y desde esa fecha que el tipo viene haciendo de guía filcar humana, contestando, amablemente, en sus comienzos, qué línea de colectivo te deja aquí, allá, o en el más allá; pensando si hay cajeros banelco en su circunferencia, haciendo combinaciones de subtes mentales para que el otro, el desorientando, llegue a destino; pero resulta que el tipo se puso un puesto de diarios y vende menos de lo que guía, entonces ahí se debe haber empezado a hinchar las bolas.

Y llegué yo, perdida como siempre, y tuve la mala idea de preguntarle a él, justo a él, en su mismísimo día D, dónde quedaba la calle 25 de mayo y claro, el tipo explotó con veinte años encima de acumular bronca, y me gritó no a mí, bueno, en realidad sí, pero no solamente a mi, me gritó a mi en nombre de los miles de transeúntes que alguna vez le habrán preguntado algo sin comprarle nada. Yo lo miré con una sonrisa, porque pensé que era un chiste, que el tipo estaba haciéndome un chiste, un chascarrillo, una broma de martes a la mañana, pero no señores, el tipo estaba hablando en serio, muy en serio, hasta quizás haya sido la vez que más en serio habló en su vida.

Entonces, viendo que la cosa venía pesuti, que si no tomaba una decisión rápida y efectiva, iba a partirme la cabeza con una pila enorme de diarios, lo primero que hice fue alejarme del punto de peligro y lo segundo fue decirle que no se hiciera problema, que gracias de todas maneras. Pero estaba tan fuera de sí, que seguí escuchando, por una cuadra y media más “la puta que te pariooooo, andá a preguntarle a un policía donde queda la calle 25 de mayo, que debe quedar en la concha de tu hermanaaaa” epa, epa, ahí se fue al carajo. Y no justifiqué el exabrupto, pero juro lo entendí.

Fer (Wolski: para el día de la madre quiero/necesito un gps, gracias)

martes, 11 de septiembre de 2012

Señorita maestra


Yo nací desorientada, pero con memoria. Es más, tengo la certeza de que mi falta de orientación, geográficamente hablando, tiene relación directa con mi exceso de memoria, como si no cupiera mucho de todo, y a mi me sobra y me falta, pero la balanza está en equilibrio.
Tengo recuerdos nítidos de mis primeros años de infancia, recuerdos que nadie recuerda, recuerdos hasta intrascendentes; recuerdos tristes, felices; recuerdos de rostros que vi sólo una vez, de fragancias que a su vez me traen otros recuerdos, como una gran mamushka. Recuerdo de voces, de calles, de palabras, de textos… recuerdos que me visitan todo el tiempo y se quedan largo rato conmigo, haciéndonos mutua compañía.
Hoy, especialmente, recuerdo a mi señorita de primer grado, de la primera mitad de primer grado, antes de que me partiesen el alma entre Tucumán y Buenos Aires; recuerdo su nombre, Rosa, y sus uñas larguísimas, perfectas y siempre pintadas de rojo. Recuerdo su voz dulce y sus rulos negro azabache viviendo una anarquía absoluta en su cabeza. La veo ahora mismo, parada enfrente mío, revisando mi cuaderno lleno de vocales y sílabas, que para mí eran incomprensibles aún.

Elegí recordarla para que a través de mis recuerdos, pueda desearles un muy feliz día a todos los que hacen de la educación, una convicción y de la cultura, la certeza de que es el único camino posible de libertad.

FELIZ DÍA, MAESTROS!
Con amor,
Fer (...vendremos de visita, señorita maestra...)