jueves, 26 de noviembre de 2009

Rezo por vos


Mirta viene a casa los viernes, desde hace mas o menos un año. No limpia bien, pero es responsable y de confianza, silenciosa y de contextura robusta.
Cuando tengo algo para decirle, le dejo una notita en la mesa junto con la plata por sus horas de trabajo; imagino que la lee con fastidio y la tira a la basura sin más (porque casi nunca hace lo que le dejo escrito) y después resopla, cansada de mis indicaciones.
Cuando sucede el milagro de la abundancia en mi heladera (chocolates o tortas) se lo dejo dicho como un incentivo gastronómico para que limpie la mesita de luz de una buena vez por todas. Pero ella nunca responde mis notas; callando y de esta manera, otorgando mi derecho al reclamo lícito.
Por eso es que me sorprendió encontrar un papel, escrito por su puño y letra (el cual adjunto para que vean) agradeciendo los dulces y pidiéndome que rece por Sandro.
De ahí en más, la imagen que tenía de ella cambió por completo en mi mente. Descubrí, sin querer, una fan devota y apasionada. La imaginé revoleando corpiños en los recitales, haciendo guardia en la casa del galán horas y horas, a cambio de la recompensa de verlo en bata unos minutos, levantando la mano a modo de agradecimiento.
Y por estas horas determinantes, me la imagino con el rosario en la mano, haciendo promesas imposibles con tal de que su ídolo mejore pronto.
A mí, Sandro ni me gusta ni me disgusta, como cantante digo; como persona, por supuesto que me sensibiliza la situación que está atravesando, pero tampoco me quita el sueño. Seguro que a Mirta sí. Debe andar desvelada prendiendo velas a diestra y siniestra. Entonces cómo no voy a rezar para que El Gitano siga en pie? Para que pueda continuar proponiéndoles, con su voz temblorosa y viril, elegir la cartelera de algún cine continuado /o tal vez mirar vidrieras / disfrutar de una mañana / caminando de su mano… (si Mirta leyese mi blog, ya se abría hecho pis).Y llegando al final, caigo en la cuenta de que no sólo rezo por Sandro, sino también por Mirta, la que yo no conocía hasta esa nota y por todas las Mirtas dolientes que le imploran a todos los Santos que Sandro salga bien de la operación, si es la voluntad de Dios.
Fer (Ay Rosa/dame todos tus sueños…)

martes, 24 de noviembre de 2009

El mejor amigo del hombre, el peor enemigo de mi hermana (no sé si tanto)


Erika, mi hermana, siempre va a recordar su cumpleaños número veinte como el más especial de su vida. No por la edad en sí, ni por los invitados y mucho menos por los ausentes, sino que ese año, recibió el regalo más inesperado que alguien puede imaginar.
Una amiga de ella (voy a escribir su nombre porque se merece el escrache), Laura Mottalini, le regaló dentro de una bolsita de cartón, un cachorro de unos cuarenta y cinco días, hermoso, como suelen ser la mayoría de los cachorros.
Erika jamás le había insinuado a su amiga que quería un perro, no le dijo envuelta en lágrimas que extrañaba a Candy, nuestra pequinez que ya había estirado la pata, nunca jamás de los jamases le había dado un solo indicio para que cometiera tremendo acto de desubicación.
Ahí nomás lo bautizaron Homero y él nos miraba, con sus ojitos azules, asustado y diminuto, con la pancita rosa y calentita y con ese olor característico que tienen los recién nacidos. ¿Cómo rechazarlo si no sabíamos en lo que iba a mutar?
La primera pista de que iba a ser deforme la vimos a los meses, cuando comenzó a crecer desproporcionadamente y los ojos ya no eran azules, sino marrones. Luego, comenzaron a aparecerle manchas negras por todo el cuerpo, como un dálmata paticorto. Y años más tarde, se redondeó tanto que terminó siendo un tamborcito de plaza (actualmente se encuentra a dieta estricta porque ya no podía caminar). Pobre Homerín. Para colmo de males, es un eterno cachorro a pesar de que ya tiene once años, nunca maduró, nunca se convirtió en adulto. Pero se comporta como un bebé o un viejito, que vendría a ser lo mismo.
Se hace pis cuando recibe una caricia (por la falta de costumbre debe ser), te recibe con el plato de comida en la boca corriendo atolondrado de acá para allá, simula que el gato es su enemigo delante nuestro corriéndolo con feroces gruñidos (y en realidad comparten el balanceado y duermen juntos). Todo para impresionar.
Pero lo que sigue a continuación me provoca compasión, un inmenso sentimiento de compasión. Resulta que mi hermana (recuerden: la dueña obligada de Homero) había ido a comprar un regalo, y su fiel perro la siguió sin ella advertirlo. Cuando se encontraba eligiendo una remerita, divisa una cosa redonda con patas cortas negro y blanco metido en la vidriera; y jamás atinó a hacerse cargo cuando la vendedora, indignada, preguntó si ese perro era de alguien. Ella siguió su camino como quien no quiere la cosa y el perro, lógico, la seguía por detrás, como intentando decirle con ladridos fuertes para que todos escuchen “no te hagás la tonta, traidora, soy tu perro”. Al cruzar una avenida, de vuelta a casa, Homero quedó del otro lado, Erika siguió muy campante, pensando que más tarde volvería, como siempre. Pero no supo de él hasta semanas después, cuando por obra del azar, una persona lo vio deambulando por las calles, lo llamó por su nombre y fue devuelto a su dueña, quien había creído haberse librado del pobre, fatigado, hambriento y agotado Homero.
Miren si será fiel, que apenas la vió, empezó a mover la cola de alegría, los ojitos le brillaban y daba saltitos (cortos) de felicidad.
A mi hermana la culpa le duró hasta que se enteró que había sido la mascota del centro comercial, que había comido más que en su propia casa y hasta había sido rebautizado como Firulai.
No quiero que piensen que Erika es una insensible; aunque cada dos por tres me llame a casa parándome el corazón diciendo que Homero se murió (y luego…risas); yo sé, tengo la certeza de que el día que eso pase, ella va a llorar (de alegría).

Fer (Hermanita, sabés que te quiero).

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Soy un caso perdido...




Haber nacido sin sentido de la orientación me generó distintos conflictos que se han ido agravando con el correr de los años. De bebé, gateaba sin dirección aparente, si me decían venga con mamá, aún estando en frente mi progenitora, yo iba hacia la dirección opuesta, donde no había un par de brazos abiertos deseosos de festejar mi pequeño logro, sino una mesa y un par de sillas. Nadie nunca advirtió en este comportamiento una falla de fábrica, sino que relacionaban tremendo problema con un estado de temprana rebeldía. Grave error.
Cuando fui creciendo, ya nadie abría los brazos en cruz llamándome, pero tenía que ir al colegio, al almacén, al kiosco…y me daba pánico dar vuelta manzana con la bicicleta por miedo a aparecer en un sitio distinto del punto de partida (lo juro por Lara, y cuando juro por Lara todos saben que sería incapaz de mentir). Cualquier mandado, que para mis hermanos podía resultar de lo más natural, para mí era una hazaña. Digo, la hazaña consistía en llegar bien a destino y poder del mismo modo, volver a casa. Memorizaba las cuadras, las casas, el color de las veredas, el cartel de alquila de los locales, todo era útil si de buscar referencias se tratara. A la tercera o cuarta vez, ya iba más distendida, siempre transitando el mismo recorrido. Sin importar los cortes de calles por repavimentación, por árbol caído o por lo que fuese.
Es raro, lo sé. Pero para mí, el paisaje no es lo mismo si voy de ida o de vuelta. Cualquier cambio de circulación me desestabiliza. Me desorienta. Me confunde.
Y nunca falta quien te pregunta por la calle tal. Generalmente digo no sé, no tengo idea. Pero una vez, yo tendría siete u ocho años y estando en la puerta de mi casa, una pareja me pregunta por la calle Cecilia Grierson; yo, emocionada porque el nombre me sonaba clarito, y porque por primera vez en mi vida iba a poder guiar a alguien, le dije que siguieran derecho dos cuadras y la que cortaba era la calle que ellos buscaban. Lo dije con una voz tan segura que me causó auto admiración. Caminé medio metro y me di cuenta de que los había guiado mal. Me di cuenta porque me topé con el cartelito que decía, flamante, “Dra. Cecilia Grierson” y en menos de cinco segundos estaba muerta de miedo, corriendo a refugiarme en mi casa, por temor a que esa pareja volviese a buscarme, me secuestre en su auto, alejándome por siempre de mis seres queridos. Nunca jamás en la vida volvía a guiar a nadie. El sólo hecho de evocar ese recuerdo me causa temblor en las piernas.
Es el día de hoy que sigo con el mismo problema. Claro, nunca lo traté, no hubo manera de mejorarlo. No entiendo los mapas, no sé cuál es el norte, el sur, el este ni el oeste. Ignorancia? No. Insuficiencia innata de orientación. Es patológico. Ahora ya lo sé.
Con la llegada del gps a mi vida, este calvario se atenuó un poco, no mucho, porque ando más a pie que en auto (no por elección, sino porque lo usa mi marido). Pero descubrí que así y todo hay que tener un mínimo de sentido común orientativo para evitar que la gallega que nos habla se ponga como loca gritando recalculando, recalculando.
Ahora al menos ya me diagnostiqué la enfermedad. Lástima que sea incurable. Y gracias a Dios que existen los puestos de diarios, con sus vendedores adentro.


Fer (Lost)

martes, 10 de noviembre de 2009

Extra! Extra! Extra!


En el mundo actoral, ser extra es lo menos. Y es mentira, una gran mentira que muchos actores ya consagrados, comenzaron por ese camino. Creo que eso sólo sirve como una luz de esperanza para quienes buscan un lugar en la jungla de la actuación.
Yo fui extra. Debut y despedida. Y en la loma del orto, a la vuelta.
La escena a filmar estaba situada en una fábrica abandonada en Avellaneda, el Director era Luis Barone, el actor protagónico Juan Minujín y el título de la película “Zenitram”(todo eso lo busqué en google)
Era verano y como es de suponer, hacía mucho calor. Apenas llegamos, nos recogieron el pelo, lo taparon con unos pañuelos y nos pusieron una especie de vaselina en la cara para simular transpiración, nos dieron ropa de campesinos y esperamos unas 3 horas hasta que el director dijo “acción”!. Unos reverendos hijos de puta.
La historia se situaba en el futuro y se trataba de un súper héroe argentino que salvaba al mundo de la falta de agua.
La escena que nos involucraba (éramos como 100), era justamente cuando Zenitram (Martínez , al revés; un súper héroe con súper poderes, como Cristina) conseguía que el agua volviese a salir por la canilla de una improvisada cantina y, en ese momento, todos teníamos que corear su nombre, asombrados y maravillados Ze ni tram! Ze ni tram Ze ni tram!! Que vue le! que vue le! (porque además, volaba) Y el pibe tenía que poner cara de “era obvio que lo iba a lograr, si soy un súper héroe”. Bueno, esa toma la hicieron unas quince veces. Sin exagerar.
Ya hartos, cansados, con la vaselina desparrama y los pañuelos a medio caer, el director dio inicio a nueva toma y ésta vez, un chico, que estaba justo al lado mío, mientras le palmeaba la espalda al protagonista, gritó a todo pulmón “volaaaa puto, volaaaaaa”!!!!!!!!
Si, se había escuchado bien clarito. El muchacho se había ido al carajo.
COOOOOOOOOOOOOORTEEEEEEEEEEEN!!!!!!!!!!!!!!!!

Fer (ex extra)

martes, 3 de noviembre de 2009



De colgarse la tarjeta magnética en el pantalón, camisa o cuello si trabajás en un Call Center y sos supervisor, por ejemplo.
De que los espirales vengan pegados de a dos y en el intento de separarlos, siempre se rompan.
De que el paquete de Surtido Bagley siempre traiga más cantidad de galletitas feas (esos palitos que nos los come ni el perro).
De que la gente de Movistar no te deje hacer ningún tipo de reclamo y/o modificación si no sos el titular (pero si llamás para pagar, ese detalle no se tiene en cuenta). Igual eso se soluciona cortando y volviendo a llamar haciéndote pasar por el “titular”.
De sacar boleto de ida en el tren a Retiro, total siempre viene demorado y nadie te lo pide.
De querer cruzar la 9 de julio de una sola vez, con una clara vocación suicida (cuántos segundos te ahorrás?).
De exigir un título de Licenciado en Recursos Humanos para cubrir un puesto de recepcionista ( y pagar poco).
De ser así de intolerantes.
De burocráticos.
De ineficientes.
De individualistas.
No hay necesidad. Pero pasa. Todo el tiempo. Y desde hace tiempo.

Fer (dequeísta)

Se pueden agregar sugerencias...
Éstas no podían faltar:
De disfrazar hasta el ridículo a los repartidores de volantes.
De que algunos patrones obliguen a sus empleadas domésticas a usar delantal a cuadros y cofia haciendo juego.
Definitivamente...no hay necesidad.