
Siempre que paso, los veo derechitos, parados, impolutos con sus uniformes azules y rojos, sus sombreros con plumas, sus botas de montar.
Cada no sé cuántos minutos, rotan sus puestos, caminando menos de tres metros de distancia, y vuelven a ser estatuas.
Siempre que los veo, me pregunto qué sentido tendrá resguardar ese mármol; para qué tanta inmovilidad, tanto silencio. Quién los estará controlando para que cumplan su función con tanto ahínco.
Siempre que me pregunto qué sentido tiene todo eso, trato de imaginarlos en jeans y zapatillas diciendo “quién me mandó a hacer esto?”
Lo que vi hoy fue un hallazgo, una revelación.
Subí las escaleras de la Plaza San Martín, caminé unos metros y ahí estaban, fumando, despatarrados, riendo, diciendo malas palabras…hablando y en movimiento!!! guauuu!!!
Mi paso acelerado, me impidió escuchar en detalle lo que decían; pero viendo sus caras, pude intuirlo: estaban tramando la fuga! Era un complot, no cabían dudas; el tono alto de las voces era para no quedar en evidencia, era obvio.
Tenían la bandera argentina en la mano, pero esta vez no estaba toda dobladita, con el sol de frente…era un manojo de tela celeste y blanca, sin ningún tipo de elegancia. Otra pista.
Muchachos, quédense tranquilos, no pienso delatarlos. Eso no es traición a la Patria, es ser piadosos con sus cuerpos cansados de la rigidez. Fúguense sin culpa ni remordimientos.
Rueden por la lomada de la Plaza, como voy a hacer yo, apenas me anime a llegar a casa llena de pasto sin que mi marido piense nada malo.
Fer (Febo asoma)