jueves, 25 de octubre de 2012

Y las montañas se moverán!


Las religiones siempre despertaron mi interés. Y un verano más que siempre.

Estabámos con mis primas en Cosquín, disfrutando de sus ríos, su sol y su bello folklore y divisamos, a lo lejos, algo que contrastaba absolutamente con los shorts de baños, las bikinis, el agua y todo el resto del decorado: unos chicos vestidos con una camisa blanca, pantalón negro, corbata, zapatos (!), chapita identificadora en el bolsillo izquierdo de la camisa que decía “Elder y un apellido”, una mochila negra  colgada al hombro y anteojos de ver, no de sol lo cual hubiese sido más oportuno.

Caminaban despacio, entre resignados y contentos mientras hablaban en inglés. Eso me llamó la atención; estaba claro que eran extranjeros. Se acercaron a nosotras y en español perfecto nos preguntaron muy amablemente si queríamos hablar de Dios y mucho que el contexto no daba, pero el que formuló la pregunta estaba buenísimo y la decisión fue unánime: si, por supuesto que queríamos hablar de Dios, de Jesús, de María y de todo lo que ellos quisieran. Ellos muy educados, muy correctos, muy anglosajones nos contaron que eran mormones y que estaban misionando ahí, en ese Valle de Punilla que ni sabían que existía en el mapa. Que cada misión duraba dos años y que a eso dedicaban su vida, hasta que decidieran dedicarla a otra cosa.

Nosotras los escuchamos con atención, el sol bajó y como estábamos realmente interesadas en el asunto, fuimos todos juntos caminando hacia nuestros destinos. Nos alegró saber que estaban parando a la vuelta de la casa de mis abuelos y antes de despedirnos, nos dieron una biblia chiquita y nos propusieron visitarnos al día siguiente.

No queríamos quedar como una manga de babosas, por lo que procedimos a la lectura de unos pasajes, por si daba la casualidad que nos pidieran algún comentario. Bueno, en verdad sólo una de mis primas y yo lo hicimos, al resto no les importaba nada.  

Llegó el día esperado y ahí estaban ellos, tan prolijitos, lindos y respetuosos, porque antes de aceptar nuestra invitación a entrar, nos preguntaron si estaban nuestros padres, a lo que inmediatamente asentimos, sentando a mis abuelos en el sillón, haciéndolos partícipes de la charla, que fluctuaba entre el interés por lo que decían, que para ser sincera era casi nulo y el interés hacia los ojazos de unos de ellos que para ser sincera era altísimo.

Cuando se fueron, agarrate catalina! Mi abuelo Eloy se puso como loco, nos dijo que si estábamos dementes en hacer entrar a espías norteamericanos a su casa, que lo único que querían era obtener información para pasársela a la C.I.A. o algo así (buenísimo!); mi abuela Haydeé, que aún no era budista,  inmediatamente organizó una excursión a la Parroquia más cercana y le dijo al pobre cura que nos haga entrar en razones; nos hizo visitar una mujer que prendía velas y éstas quedaban con formas de santos y no recuerdo bien si hasta nos hizo rezar dos Padre Nuestro, a modo de penitencia.

El cura nos atendió en una galería que daba de frente a las sierras y en un intento desesperado de explicarnos en qué cosas encontrábamos a Dios, hizo un gesto con la mano, como queriendo abarcar la naturaleza al mismo tiempo que decía “porque Dios es todo, es el agua, la tierra, el sol…Dios es JÉL” Y aspiró tan fuerte la jota que estallamos en una carcajada espantosa, que pobre tipo, no sólo se puso todo rojo de bronca y vergüenza ajena, sino que comprendió que todo el tiempo invertido en nosotras había sido en vano.

Lo que no entendían ni él ni mis abuelos, era que no estábamos atravesando una crisis de fe ni nada que se le parezca, sino que simplemente nos había encantando el “Elder Tyler” y el “Elder Jones” y que todo lo otro, fue una gran pantalla religiosa.

Fer (espía norteña)

1 comentario: