martes, 11 de septiembre de 2012

Señorita maestra


Yo nací desorientada, pero con memoria. Es más, tengo la certeza de que mi falta de orientación, geográficamente hablando, tiene relación directa con mi exceso de memoria, como si no cupiera mucho de todo, y a mi me sobra y me falta, pero la balanza está en equilibrio.
Tengo recuerdos nítidos de mis primeros años de infancia, recuerdos que nadie recuerda, recuerdos hasta intrascendentes; recuerdos tristes, felices; recuerdos de rostros que vi sólo una vez, de fragancias que a su vez me traen otros recuerdos, como una gran mamushka. Recuerdo de voces, de calles, de palabras, de textos… recuerdos que me visitan todo el tiempo y se quedan largo rato conmigo, haciéndonos mutua compañía.
Hoy, especialmente, recuerdo a mi señorita de primer grado, de la primera mitad de primer grado, antes de que me partiesen el alma entre Tucumán y Buenos Aires; recuerdo su nombre, Rosa, y sus uñas larguísimas, perfectas y siempre pintadas de rojo. Recuerdo su voz dulce y sus rulos negro azabache viviendo una anarquía absoluta en su cabeza. La veo ahora mismo, parada enfrente mío, revisando mi cuaderno lleno de vocales y sílabas, que para mí eran incomprensibles aún.

Elegí recordarla para que a través de mis recuerdos, pueda desearles un muy feliz día a todos los que hacen de la educación, una convicción y de la cultura, la certeza de que es el único camino posible de libertad.

FELIZ DÍA, MAESTROS!
Con amor,
Fer (...vendremos de visita, señorita maestra...)

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