lunes, 5 de abril de 2010

The Rat-Man


Era la única mujer en una fábrica metalúrgica llena de hombres, hornos a todo vapor y ruidos ensordecedores de máquinas, herramientas y chicharras que anunciaban los horarios de entrada, almuerzo y salida. Sentía que estaba en plena revolución industrial, más que nada porque la última inversión que se había hecho en ese lugar databa de esa fecha. Muy retro la onda.
El día que llegaron los muchachos del Ministerio de Trabajo, supe que iba a estar todo mal. No fue una premonición, sino una obviedad absoluta: el 90% de los trabajadores estaban en negro.
Llamé a quien por entonces fuera mi jefe y le comenté la situación, con una calma chicha admirable. El tipo se puso como loco al grito de “escondelos, escondelos”, como si se tratara de cajas de cartón con contenido sospechoso.
Cómo “escondelos”? Sí, que se escondan. No dejes entrar a nadie hasta que no estén escondidos. Hasta ese instante, nunca había sentido la vergüenza ajena tan materializada.
Caminé despacio (para no resbalarme con la grasa del piso) el largo pasillo que separaba mi oficina del resto del lugar y le comenté al capataz la realidad de los hechos, y fue él quien se encargó de transmitir la idea del jefe rata.
Como todo gremio mas o menos fuerte, contaban con un delegado, quien saltó enseguida en defensa de sus compañeros “acá no se va a esconder nadie” “si tiene que pagar la multa que la pague, pero que los ponga en blanco”. A todo esto, la gente del Ministerio seguía afuera, impaciente.
Los empleados, asustados, le hicieron caso a la voz de mando y comenzaron a subir al techo, de a uno por vez. La mayoría era gente grande, hombres que desde hace 40 años trabajan ahí, desde antes que el jefe rata se quedara con la fábrica. Desde que la fábrica era de otro jefe rata, desde siempre.
Yo los veía subir y rogaba que alguien los estuviese viendo también y que todo haya sido un sinsentido. De repente lo veo a Torres (en las fábricas, no hay nombres, sólo apellidos) subir la escalera, apresurado; Usted no suba Torres, está en blanco, le grité para que me escuchara. Pero ya estaba arriba junto con los demás. Pobre Torres.
Cuando ingresaron los del Ministerio, el delegado mandó al frente al jefe rata, lo que confirmó lo que ellos estaban viendo desde afuera: una fila de gente grande trepando el techo. Le dieron diez días de plazo para regularizar la situación, sino tendría que pagar cinco mil pesos por persona en negro.
El jefe rata se puso furioso cuando se enteró del desenlace, pero no le quedó otra más que blanquearlos, muy a pesar de su voluntad.
Claro que el trabajo dignifica, pero qué bueno estaría que se den las condiciones, siempre y sin excepción, para que esa dignidad sea real y no mínima vital y móvil.

Fer (Compañeros!)

6 comentarios:

  1. La de Torres escondiéndose es bueníiiiisima... Y los jefes rata evasores de impuestos son los mismos que cuando les piden "5 pesito" para estacionar la 4x4 piden que "los metan presos a todos", o se quejan de los baches que les arruinan la suspensión.
    Qué laxo concepto del delito.

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  2. Qué buena crónica Fer! qué increíble retrato de la realidad! la voy a leer hoy en mi programa, es imperdible. Te adoro

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  3. Te cuento q como ex metalurgica todavia se ve mucho hombre rata, y lamentablemente en otros rubros tb; y no solo eso ... cuantos recibos de sueldos se dibujan solo para lo legal .. despues lo que pagan es otra cosa ... La verdad una verdadera verguenza !

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  4. Aro Geraldes, totalmente de acuerdo con usted...Alguna vez escuché decir a un evasor al recibir una intimación que "les haría juicio por daños psicológicos¡hijos de puta!"
    En fin...

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  5. Excelente crónica!!! de las mejores
    Y qué podemos decir de los empresarios: si son capaces de vender hasta la madre para ganar unos pesos más!!
    Lo de torres es genial: se solidarizó con sus compañeros en negro!!!!!!!
    Grande Nanda, nunca dejes de escribir

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  6. El unico jefe garca copado es Don Carlos!

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